La vocación, una galletita difícil de tragar

“Yo quiero ser astronauta”, decía Martín, uno de mis compañeros de orientación vocacional en el Borda. Claro que con ese escenario de fondo lo suyo no podía ser considerado locura ya que para eso había que ingeniárselas un poco más. “¿Sabes dónde se estudia? ¿Hay posibilidades en la Argentina”, le preguntaba la coordinadora de grupo, a lo que el pseudo Armstrong respondía con los hombros encogidos.

Yo no me salía de mi asombro ya que en mi incipiente quinto año ya tenía memorizadas páginas completas de la guía del estudiante como las que contenían los programas de las carreras de Ciencias de la Comunicación, Ciencias Políticas e Historia. No solo eso, sino que tenía una inclinación por el periodismo y había entrevistado a dos futuros colegas de los diarios La Razón y Página 12 acerca de su experiencia.

Esto, hasta el primer embate cuando fui a las charlas vocacionales en la Feria del Libro donde Eduardo Aliverti se encargó de bajarme de un ondazo con gráficos lapidarios sobre el número de egresados de Ciencias de la Comunicación. Era víctima de una provocación, tenía bronca y le contestaba al aire que yo sí la iba a terminar.

Después vino el nerdísimo CBC, cuyas notas no se iban a volver a repetir en los años de la carrera, y la inserción laboral como operadora telefónica en asistencia al vehículo de Universal Assistance. De esa experiencia saqué ahorros y fuerzas para inscribirme de una vez por todas en el terciario de periodismo, previo el taller del Rojas a cargo del profesor Osvaldo Baigorria.

Publicable, casi publicable o no publicable pasaron a ser los nombres de mis trabajos o garabatos con palabras, seguidos de una muy buena, aceptable o mala sensación. El trabajo de secretaria me ayudó a sostenerme y a mantener mi ritmo alocado de malabares entre la carrera, el terciario y el laburo.

En esta historia reciente, por último, vino el cargo de redactora en Ciudad1 y la inevitable crisis existencial de los últimos años de la carrera en la que me encuentro parcialmente sumergida pero con altas probabilidades de que salga el sol. Porque uno tiene que guiarse por lo que siente y porque no hay Dios del periodismo que designe quien está predestinado y quién no. Cada uno escribe con sus tintas su destino.

2 comentarios:

  • Santiago A. Magnin Gómez | 8 de junio de 2011, 18:35

    ¡Vamos Rumi carajo! ¡Escriba su propio destino! (las estadísticas son para los giles... que el 99% de los egresados de la UBA sean unos mediocres o fracasados no te dice absolutamente nada sobre tu personal futuro ;).
    Como decía el título de esos libros queridos, "elige tu propia aventura" rrrrrumi.
    Y te dejo un videito inspiracional como granito de arena en la superación de tu "crisis existencial":
    http://www.youtube.com/watch?v=GQlzz6jGCfI
    "If you want something, go and get it. Period."

  • July | 11 de junio de 2011, 17:29

    Gracias Santu! Que peliculón!

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