Sentir la perfección (Crítica de la película El cisne negro)

 “Ten cuidado con lo que deseas porque puede convertirse en realidad”. Este parece ser el tema de la película de Daren Aronofsky, que tiene como protagonista a Natalie Portman en el papel de Nina, una virtuosa bailarina clásica que consigue el protagónico de la reposición de “El lago de los cisnes”.

Este logro, sin embargo, se convierte en un peso para la joven, además de la tortuosa relación con su madre y ex bailarina Erica (Barbara Hershey) que la sobreprotege y le transfiere todas sus frustraciones. Esta persecución de años por parte de su progenitora convirtió a Nina en una mujer aniñada, introvertida y patológicamente exigente, al punto de auto flagelarse por distar ella misma de una supuesta imagen de perfección.

Su ejemplo a seguir es la madura bailarina Beth (Winona Ryder) que después de años de encabezar las producciones de la compañía debe dejarla debido a su edad. Ambas dos tienen algo en común, un interior oscuro, una tendencia hacia la muerte, que el entrenador Thomas Leroy (Vincent Cassel)  busca explotar, porque ese descontrol sería parte de la fórmula del éxito.

Nina, a pesar de esto, tapa esa negrura, y se muestra dulce y tímida, en una faceta más de víctima que de victimaria. Esto, mientras resiste la exigencia de Thomas y el desafío que implica la llegada de la nueva bailarina Lily (Mila Kunis), más capaz de explotar su lado salvaje que ella. Pero, para conservar su papel, además del cisne blanco, debe llegar a ser el negro.

La película deja la sensación de una historia bien contada. Un relato acabado de cabo a rabo, donde ningún rasgo de la protagonista deja de relacionarse con la historia y con el devenir de ella. La ausencia del padre, la madre castradora, una personalidad indeterminada, los celos, la homosexualidad, el auto  flagelo se conjugan en una mezcla explosiva que solo puede dar lugar a una irremediable tragedia.

En algún punto, alguien podría criticar una cierta inestabilidad de la historia que mezcla registros producto del desorden mental que empieza a sufrir la protagonista. Más alla de esto, el recurso es válido y ya ha sido utilizado en el cine, por ejemplo en la película “El Maquinista” donde los desvarios del protagonista Christian Bale hacen que el público se pregunte qué es verdad y qué no.

Si, en cambio, se podrían obviar ciertas escenas de lesbianismo ya que insinuar es mejor que mostrar. Y esta película lo prueba con la utilización de metáforas visuales, como la bailarina de la cajita musical desmembrada o las plumas que le empiezan a salir a Nina en las heridas.

Dicho todo esto, el gran mérito de El cisne negro es contar la clásica historia del camino a la fama o al reconocimiento de una forma no edulcorada y evitando los cliches. Porque la vida es blanca, negra y de muchos otros colores. 
María Julieta Rumi

1 comentarios:

  • Anónimo | 29 de marzo de 2011, 8:21

    Yo opino que "insinuar" en esta película sería parte de la misma mesura que le critican al personaje de Natalie Portman. He dicho. (Paráaa.)

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